Una Vida Inolvidable

En busca de trabajo

Era un día oscuro, no había manera de ver el sol. Me senté en un banco del parque desierto y me tumbé. Empecé a soñar, viajaba al país de los sueños de forma rutinaria, como siempre. El frío empezó a apoderarse de mi cuerpo y una pequeña gota de agua me hizo volver a la realidad. Había empezado a llover, así que decidí irme a casa. Entré por la puerta de madera gastada gritando un “¡hola!”, como siempre que entraba. Silencio. Nadie contestó, tampoco esperaba una respuesta.
           
Ya hacía un mes que me había mudado, pero no podía evitar echar de menos a mis padres. Aquí aún no conocía a nadie, pero la ilusión de haber cumplido un sueño me llenaba ese vacío y me ayudaba a tirar adelante.
Por fin el calor de la casa me recorrió todo el cuerpo. Después de ponerme el pijama y cenar, cerré la tele y me puse a preparar la entrevista para mañana. Una hora más tarde me dormí.

Me desperté tumbada en el sofá, miré el reloj asustada, no quería llegar tarde. Me tranquilizó  ver que eran las cinco, una hora antes de lo que tenía previsto levantarme, pero decidí ducharme e ir con calma.
Media hora más tarde, ya vestida y con el pelo seco, me preparé un buen desayuno a base de cereales y fruta, mientras en la radio informaban de otro accidente de coche.

-Tendré que salir a las seis en punto si quiero llegar a tiempo.- me dije.

Las seis. Ya lo tenía todo preparado, así que cogí el coche y me dirigí hacia Oxford Street. Aún me costaba un poco conducir sentada a la derecha del coche y conducir por la izquierda pero salí adelante. Encontré retenciones y sabía que no llegaría en la media hora de siempre. Los nervios empezaron a apoderarse de mí.
Ya en Oxford Street y ni un sitio para aparcar.

- Voy muy justa. No llegaré...

Aparqué. Me puso a andar rápido y de repente…

- ¡Ay! Lo siento muchísimo- dije. Tenía la camisa manchada con una gran mancha de café, pero no me importaba, el solo hecho de haber chocado contra el chico más guapo lo perdonaba todo.
- Mira por donde vas.- me contestó.- Ahora me tendré que comprar otro café.

Me quedé allí petrificada, como una estatua, sin moverme ni decir palabra. El chico más guapo era un imbécil acabado… El mundo no era perfecto. De repente, el sonido de un claxon me izo volver a la realidad. Empecé a correr, llegaba tarde.